Alvarez implementa en su discurso performativo herramientas que vienen desde la antropología simbólica, jugando con una resignificación del espacio donde acciona y la utilización de objetos a manera de símbolos propios y de un imaginario colectivo, lo que le permite tejer una acción donde “el otro” juega un papel activo dando lugar a un proceso dialógico.

Podemos observar como su trabajo se encuentra permeado por la cultura popular mexicana, más no a manera de folklore, sino de una búsqueda en estos objetos como signos que desarrollan vasos comunicantes incluso en culturas ajenas a la nuestra, así podemos ver entre sus artículos de uso las máscaras de luchador, artesanías indígenas, juguetes populares, todo ello utilizado como una herramienta que en su conjunto arman un proceso de intercambio de símbolos, que terminan armando un proceso ritual y un espacio liminal; donde juega hábilmente con los límites entre lo privado y lo público - las tensiones entre lo que debe permanecer privado y lo que es perfectamente apropiado para ventilar en un espacio público- podemos decir que en sus acciones crean zonas temporalmente autónomas, en el que las reglas convencionales de intercambio son abolidas.